miércoles, 29 de julio de 2009

Los perritos y yo

Una de las cosas que más me conmueve de los perros es su capacidad de entender, en un nivel muy primordial, a los seres humanos. Esa cualidad de sintonizar emocionalmente con los miembros humanos de su manada y compartir, silenciosamente, sus alegrías y sus tristezas. Sin palabras que compliquen la relación. Sin intenciones ocultas. Con total y transparente honestidad.

Un perro está para su familia, con todo su ser, entregado a la experiencia de ser uno con su manada. En esa disposición generosa radica el secreto de la amistad que nos une con los perros desde hace más de 15.000 años. Desde que nuestros antepasados cazadores domesticaron a esos lobos que merodeaban por sus campamentos, buscando las sobras y desperdicios, y les hicieron partícipes de sus vidas, dejándolos así ocupar un lugar en sus corazones.

Cada perro necesita un dueño, un ser humano que se haga responsable por su vida. Alguien con la suficiente determinación para convertirse en el líder de manada, y velar incansablemente por el bienestar de sus integrantes hasta el final. Alguien que esté dispuesto a responder a su perro con el mismo nivel de compromiso y entrega que su perro le ofrece incondicionalmente con cada aliento y con cada latido de su corazón.

Un perro es un ser dispuesto a retribuir los cuidados de su dueño con fidelidad absoluta. Con confianza y con alegría, sin cuestionarse ni poner en entredicho la relación. A un perro no le importa si su dueño es un vagabundo o el presidente de la nación. A un perro todo lo que le importa es pertenecer, ser parte de la manada y tener un rol que cumplir, al servicio del grupo. No hay lugar en el corazón de un perro para el individualismo, no hay un yo, sino un nosotros.

Y todo esto ocurre en el fugaz lapso de una década o un poco más, mientras la vida de un perro acompaña la nuestra. Cuántas enseñanzas, alegrías y momentos maravillosos han de perdurar en nuestra memoria, por muchos años más, luego de que nuestro compañero de aventuras se ha ido?

Por todo esto, quiero expresar mi profundo amor y agradecimiento por todos los perritos que he tenido la suerte de conocer: los que fueron mis perros, todos y cada uno de ellos; los perros de mis primeros clientes, que compitieron en exposiciones para que sus dueños se sintieran orgullosos de tener un campeón; los cachorros de las camadas nacidas en mi casa, traviesos y juguetones, listos para entregar su cariño a quien fuera que los quisiera adoptar; los perros con problemas conductuales o emocionales, cuyos dueños me llamaron para ayudarles con su rehabilitación...En fin, todos los perros que han hecho que mi vida sea un poco más bella, bastante más alegre y, por cierto, menos solitaria.